“Ser feliz, ser pleno, es algo al alcance de todos en todo
momento, la felicidad dista mucho del concepto de aquella que el mundo nos
ofrece, la felicidad verdadera se
encuentra en los demás, en servir a los demás buscando su propio bien”
No hay duda que el mayor anhelo que puede tener el hombre
está en encontrar la felicidad, o acaso ¿alguno de nosotros no buscaría ser
feliz? sin embargo, analicemos la felicidad que en general el mundo nos ofrece.
Nuestro entorno está envuelto en un clima de violencia
desatada, con constantes amenazas de crisis económica, lleno de desencantos por
la actuación de nuestra clase política, y por si fuera poco, con un constante
bombardeo por parte de los medios de comunicación de una cultura llena de
materialismo y placer sin consecuencias; ante todo esto, una de las variantes
de la felicidad que generalmente el mundo nos vende se reduce al éxito
personal, entendido como la consecución de una posición de gran importancia dentro
de una organización, en donde se reciba un salario capaz de brindar un muy buen
poder adquisitivo que nos asegure un estatus social de gran reconocimiento, en
donde el servicio es una prestación más, en la que a mayor nivel de éxito se
tendrá acceso a un mayor numero de servicios, empezando por personas que ayuden
en el quehacer doméstico, hasta choferes, niñeras, guardaespaldas, etc.., es
cierto que nada tiene de malo buscar el éxito personal, sin embargo, ¿es lícito
e inteligente poner nuestra felicidad en función de conseguirlo?
Cuando una persona pone su felicidad solo en el logro del
éxito personal, está destinada a asumir que no siempre será feliz. El éxito,
puesto que se mide en función de lograr los resultados propuestos, nunca está
al alcance de todos ni puede ser sostenido ya que está sujeto a distintos
factores que son cambiantes y que además algunos de ellos no dependen
directamente de nosotros. A pesar de todo esto, sí es posible ser feliz
siempre, independientemente de conseguir o no el éxito.
Ser feliz, ser pleno, es algo al alcance de todos en todo
momento, la felicidad dista mucho del concepto de aquella que el mundo nos
ofrece, la felicidad auténtica, ni siquiera se encuentra en nosotros mismos
–como algunos autores lo plantean- la felicidad
verdadera se encuentra en los demás, en servir a los demás buscando su
propio bien, pero lograr entenderse a sí mismo como servidor de los demás no es
tarea fácil y es tarea que comienza desde la familia.
El núcleo de la familia es el matrimonio y como tal, los
cónyuges deben entenderse a sí mismos como los primeros al servicio del otro lo
cual implica que su proyecto más importante y prioritario sea lograr la
felicidad del otro a través de un amor incondicional y por encima de todo lo
demás; por lo tanto, en un matrimonio correctamente entendido, el cónyuge sólo
puede ser plenamente feliz haciendo feliz a su pareja a través de donarse,
servirla y amarla como por justicia lo requiere; ésta donación amorosa y
recíproca encuentra su manifestación más concreta en la concepción de los
hijos.
Ante esta realidad cada cónyuge tiene ahora una nueva tarea,
estar y saberse no sólo – y en primer lugar – un medio o instrumento al
servicio del otro para hacerlo feliz, sino también al servicio de los hijos, lo
cual trae grandes desafíos.
En la sociedad actual
es muy fácil que se confunda que ser buenos padres, es complacer a los hijos,
cuando en realidad para ser buenos padres es necesario evitar confundir el
paternalismo –en el cual se le da a los hijos
lo que quieren– con servir verdaderamente a los hijos –dar a cada uno lo
que necesita y requiere.–
Los padres deben saber exigir adecuadamente a los hijos
aunque muchas veces sea duro, pero también deben hacerlo con mucho amor y
cariño. La actitud de servicio a los demás debe infundirse desde los primeros
años de la niñez y no sólo dando tareas para ayudar a los demás, sino también
explicándoles y enseñándoles -a cada hijo según su edad- de manera profunda la
trascendencia que tiene estar al servicio y cuidado del otro, pero sobretodo
aprenderán con el ejemplo que ven en sus padres.
Cuando el espíritu de servicio forjado en el núcleo familiar
se lleva al ámbito profesional las personas son capaces de dar un nuevo
significado al trabajo, el cual, adquiere una dimensión superior en donde la
persona es capaz de verse no solo como un simple proveedor de bienes o
servicios a los stakeholders, sino como un verdadero responsable de servir a
los demás, y servir en primer lugar porque es capaz de comprender y vivir la
verdadera caridad –entendida no como generalmente se nos presenta en forma de
filantropía, sino como el amor desinteresado a los demás- y después, porque se
sabe una simple herramienta mediante la cual con su eficiencia facilita y
agrega valor al trabajo de los demás y mediante su ejemplo ayuda a forjar el
desarrollo de sus colaboradores. Sólo cuando se entiende el trabajo de esta
manera, la persona es capaz de realizarse y ver el trabajo como un medio de
crecimiento y desarrollo personal que lo va perfeccionando y le va dando
sentido a su existencia.
Sin duda, a todos nosotros nos gustaría contar con personas
que vieran en el servicio a los demás un medio de felicidad para ellos mismos y
los demás, sin embargo, ¿cómo podemos infundir éste espíritu de servicio?
Antes que nada dando ejemplo, y un ejemplo que sea una forma
de vida construida por los hábitos y virtudes que formamos en nosotros mismos,
teniendo claro que el mejor servicio es aquel en el que no damos ocasión de que
se nos den las gracias, sino el que hacemos de una forma oculta y
desinteresada, sin poner en evidencia a nadie y viendo nuestra rutina cotidiana
como un medio para brindar felicidad a quienes nos rodean.
Infundir el espíritu de servicio, es dar un nuevo
significado a la vida de los demás, y es tarea ardua, la cual debe comenzar por
nuestros círculos más cercanos, empezando en nuestro hogar; volvamos a poner de
moda nuevamente esas costumbres que se han perdido, formemos hijos
caballerosos, respetuosos y virtuosos para que sus hermanas vean en ellos un
ejemplo y busquen un buen marido, formemos hijas que vean en el cuidado de la
familia la fuente de felicidad de sus maridos, como matrimonio sepámonos como
el principal instrumento de servicio al cónyuge, y como profesionistas hagamos
bien nuestro trabajo sabiendo que es una herramienta para servir a los demás;
pues al final, cómo decía la Madre Teresa de Calcuta: “Quién no vive para
servir, no sirve para vivir”
Por José
R. Reinoso Domenzáin.
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