Consejos de Milton Friedman a Chile. Año 1975.
Chile aplicó las recetas de Friedman en 1975, y a la vista están los resultados.
Nosotros, 40 años después seguimos seguimos con el verso, y aplicando recetas que todo el mundo sabe que no funcionan.
Carta enviada por Milton Friedman a Augusto Pinochet el 21 de abril de 1975.
Nosotros, 40 años después seguimos seguimos con el verso, y aplicando recetas que todo el mundo sabe que no funcionan.
Carta enviada por Milton Friedman a Augusto Pinochet el 21 de abril de 1975.
Estimad[a] señor[a] Presidente:
Durante la visita que le hiciéramos el viernes 21 de Marzo,
realizada con el objeto de discutir la situación económica de Chile, Usted me
pidió que le transmitiera mi opinión acerca de la situación y políticas
económicas luego de completar mi estancia en su país. Esta carta responde a tal
requerimiento.
Permítame primero decirle cuán agradecidos estamos mi esposa
y yo de la cálida hospitalidad que nos brindaran tantos Chilenos durante
nuestra breve visita; nos hicieron sentir como si realmente estuviéramos en
casa. Todos los Chilenos que conocimos estaban muy conscientes de la seriedad
de los problemas que su país enfrenta, dándose cuenta de que el futuro
inmediato iba a ser muy difícil. Sin embargo, todos mostraban una firme
determinación en aras de superar dichas dificultades y una especial dedicación
en el trabajo por un futuro más próspero.
El problema económico fundamental de Chile tiene claramente
dos aristas: la inflación y la promoción de una saludable economía social de
mercado. Ambos problemas están relacionados: cuánto más efectivamente se
fortalezca el sistema de libre mercado, menores serán los costos transicionales
de terminar con la inflación. Sin embargo, y pese a estar relacionados, se
trata de dos problemas diferentes: el fortalecimiento del libre mercado no
culminará con la inflación per se, como tampoco terminar con la inflación
derivará automáticamente en un vigoroso e innovador sistema de libre mercado.
La causa de la inflación en Chile es muy clara: el gasto público
corresponde, aproximadamente, a un [45] % del ingreso nacional. Cerca de un
cuarto de este gasto no deriva de impuestos explícitos y, por lo tanto, debe
ser financiado emitiendo una mayor cantidad de dinero; en otras palabras, a
través del impuesto oculto de la inflación. […]
Este impuesto inflación genera un enorme daño al inducir a
las personas a dedicar un gran esfuerzo por limitar su posesión de dinero en
efectivo. Esa es la razón por la cual la base es tan estrecha. En la mayoría de
los países, desarrollados y subdesarrollados, la cantidad de dinero es más
cercana al 30% del ingreso nacional que al [10,7 %] de éste. […]
Existe solo una manera de terminar con la inflación: reducir
drásticamente la tasa de incremento en la cantidad de dinero. En la situación
de Chile, el único modo para lograr la disminución de la tasa de incremento en
la cantidad de dinero es reducir el déficit fiscal. Por principio, el déficit
fiscal puede ser reducido disminuyendo el gasto público, aumentando los
impuestos o endeudándose dentro o fuera del país. Exceptuando el endeudamiento
externo, los otros tres métodos tendrían los mismos efectos transitorios en el
empleo, aunque afectando a diferentes personas -disminuir el gasto público
afectaría inicialmente a los empleados públicos, aumentar los impuestos
afectaría inicialmente a las personas empleadas por quienes pagan impuestos, y
endeudarse afectaría inicialmente a las personas empleadas por los titulares de
los créditos o por la las personas que, de otro modo, hubieran conseguido esos
fondos prestados.
En la práctica, disminuir el gasto público es, por lejos, la
manera más conveniente para reducir el déficit fiscal ya que, simultáneamente,
contribuye al fortalecimiento del sector privado y, por ende, a sentar las bases
de un saludable crecimiento económico.
La disminución del déficit fiscal es requisito indispensable
para terminar con la inflación. Un problema menos claro es cuán rápidamente
debe terminarse con ella. Para un país como Estados Unidos, en el cual la
inflación [de 1975 era] de alrededor del 10%, yo aconsejo una política gradual
de eliminación en dos o tres años. Pero para Chile, en que la inflación se
mueve entre el [2] % y [3] % mensual, creo que graduar su eliminación no es
viable; conllevaría una tan gravosa operación por un periodo de tiempo tan
largo, que temo la paciencia no acompañaría el esfuerzo.
No existe ninguna manera de eliminar la inflación que no
involucre un periodo temporal de transición de severa dificultad, incluyendo
desempleo. Sin embargo, y desafortunadamente, Chile enfrenta una elección entre
dos males, un breve periodo de alto desempleo o un largo periodo de alto
desempleo, aunque sutilmente inferior al primero. En mi opinión, las
experiencias de Alemania y Japón luego de la II Guerra Mundial, de Brasil más
recientemente, del reajuste de postguerra en Estados Unidos, cuando el gasto
público fue reducido drástica y rápidamente, argumentan en pro de un
tratamiento de shock. Todas estas experiencias sugieren que este periodo de
severas dificultades transicionales sea breve (medible en meses) para que así
la subsecuente recuperación sea rápida.
Para mitigar los costos de la transición y facilitar la
recuperación, creo que las medidas fiscales y monetarias debieran ser parte de
un paquete que incluya medidas que eliminen los obstáculos a la empresa privada
y que alivien la aguda angustia.
Para acotar, haré un bosquejo de los contenidos de un
paquete de propuestas específicas. Mi conocimiento de Chile es muy limitado como
para permitirme ser tanto preciso como exhaustivo, de modo que estas medidas
deben ser consideradas más bien como ilustrativas.
Si este enfoque de shock fuera adoptado, creo que debiera
ser anunciado pública, muy detalladamente y, además, entrar en vigor en una
fecha muy cercana a dicho anuncio. Cuánto mejor informado se encuentre el
público, más contribuirán sus reacciones al ajuste. A continuación propongo una
muestra de las medidas que debieran ser tomadas: […]
[1].- Un compromiso del gobierno de reducir su gasto en 25%
dentro de seis meses; reducción que debiera tomar la forma de una disminución
transversal del presupuesto de cada repartición en 25%, con los relativos a
personal a tomarse tan pronto como sea posible. Sin embargo, las reducciones de
gasto debieran ser escalonadas en base a un periodo de seis meses para permitir
el pago de generosas indemnizaciones. (Cualquier intento de ser selectivo o
parcial tiene la probabilidad de fracasar debido a las posibles manipulaciones
de cada repartición por lograr que la reducción presupuestaria afecte a otra de
ellas. Es preferible hacer primero una reducción transversal, para luego
reasignar el total ya reducido).[…]
[2].- Un categórico compromiso del gobierno de que después
de seis meses no financiará más gasto alguno a través de la emisión de dinero.
(Así como la recuperación económica se vaya dando, la cantidad de dinero
deseable en términos reales, esto es, la cantidad consistente con precios
estables, aumentará. Sin embargo, este incremento debiera servir como base para
la expansión de un mercado de capitales privado en vez de utilizarse para
financiar gasto público).
[3].- Continuar con vuestra política actual de un tipo de
cambio diseñado para aproximarse a un tipo de cambio de libre mercado.
[4].- La eliminación de la mayor cantidad posible de
obstáculos que, hoy por hoy, entorpecen el desarrollo del libre mercado. Por
ejemplo, suspender, en el caso de las personas que van a emplearse, la ley
actual que impide el despido de los trabajadores. En la actualidad, esta ley
causa desempleo. También, eliminar los obstáculos a la creación de nuevas
instituciones financieras. Asimismo, eliminar la mayor cantidad posible de
controles sobre los precios y salarios. El control de precios y salarios no sirve
como medida para eliminar la inflación; por el contrario, es una de las peores
partes de la enfermedad. (Eliminar obstáculos, pero no sustituir subsidios. La
empresa privada tendrá la facultad de gozar de las recompensas del éxito sólo
si también arriesga soportar los costos del fracaso. Todo hombre de negocios
cree en la libre empresa para todos, pero busca también favores especiales para
sí mismo. Ningún obstáculo, ningún subsidio; esa debiera ser la regla).
[5].- Tome las providencias necesarias para aliviar
cualquier caso de real dificultad y severa angustia que se de entre las clases
más pobres. Tome en cuenta que las medidas tomadas no producirán, por sí
mismas, daño en estos grupos. El despido de empleados públicos no reducirá la
producción, sino que simplemente eliminará gasto- sus despidos no significarán
la producción de un pan o un par de zapatos menos. Pero indirectamente, algunas
de las clases menos privilegiadas serán afectadas y, séanlo o no, el programa
de medidas será señalado como el culpable de sus angustias. Por lo tanto, sería
beneficioso tomar ciertas providencias de este tipo en dicho programa. En este
aspecto, mi ignorancia de la situación y acuerdos actuales vigentes en Chile me
hacen imposible ser más específico.
Un programa de shock tal como este podría eliminar la
inflación en cuestión de meses. También fundaría las bases necesarias para
lograr la solución de su segundo problema- la promoción de una efectiva
economía social de mercado.
Este no es un problema de reciente origen, sino que surge de
tendencias al socialismo que comenzaron hace [80] años y que alcanzaron su
lógico, y terrible clímax, durante el régimen de Allende. […]
La eliminación de la inflación llevará a una rápida
expansión del mercado de capitales, lo cual facilitará en gran medida la
privatización de empresas y actividades que aún se encuentran en manos del
Estado.
El más importante paso en este sentido es la liberalización
del comercio internacional para, de este modo, proveer de una efectiva
competitividad a las empresas chilenas y promover la expansión tanto de las
importaciones como de las exportaciones. Lo anterior no sólo mejorará el
bienestar del chileno común al permitirle adquirir todos los bienes al menor
costo, sino que también disminuirá la dependencia de Chile en una sola
exportación de importancia: [el cobre]. […]
Estoy conciente de que su Gobierno ya ha dado pasos
importantes y planea otros futuros en orden a reducir las barreras al comercio
internacional y a liberalizarlo, y que, como resultado de ello, la ventaja
competitiva real de Chile se refleja mejor en éste hoy que en las décadas
pasadas. Este es un gran logro. También veo que en esta área existe un fuerte
argumento a favor de una gradualización para entregar a los productores Chilenos
una oportunidad para ajustarse a las nuevas condiciones. No obstante,
gradualismo no debe significar quedarse estancado. En mi opinión personal, creo
que un buen consejo para Chile sería dirigirse a la liberalización del comercio
a una velocidad y en una extensión mucho mayores de las que hasta ahora han
sido propuestas. Un comercio totalmente libre es el objetivo final deseable,
aunque no sea posible de alcanzar en el más cercano futuro.
Quisiera concluir esta carta diciendo que estoy seguro que Chile
tiene un gran potencial. Ha sido un pueblo capaz, letrado, creativo y lleno de
energía, que tiene una larga historia y tradición de orden y paz social. Hace
unos ochenta años atrás, Chile, como muchos otros países, se encausó en la ruta
equivocada- por buenas razones y sin maldad, ya que fueron errores de hombres
buenos y no malos. El mayor error, en mi opinión, fue concebir al Estado como
el solucionador de todos los problemas, de creer que es posible administrar
bien el dinero ajeno.
Si Chile toma hoy la senda correcta, creo que puede lograr
otro milagro económico: despegar hacia un crecimiento económico sostenido que
proveerá una ampliamente compartida prosperidad. Pero para aprovechar esta oportunidad,
Chile deberá primero superar un muy dificultoso periodo de transición.
Sinceramente,
Milton Friedman
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